Castillo de Peracense
Varios kilómetros antes de llegar, el color rojo va tomando el paisaje y las tierras de cultivo dan paso al roquedo sobre el que se asienta la edificación.
Historia
Llegamos al parking, allí nos espera nuestra guía.
Inicia su relato explicando que es un castillo singular sobre todo por el tipo de material de construcción, la piedra de rodeno. Ésta es una arenisca blanda que debe su color rojo al óxido de hierro. Sus características explican la conservación, no demasiado buena, del conjunto.
El lugar que ocupa fue utilizado por diferentes culturas que van desde la Edad de Bronce, hace unos 3000 años, pasando por los celtíberos, islámicos, cristianos y finalmente durante las guerras carlistas.
La etapa de mayor protagonismo fue la Edad Media. Los escritos del siglo X reconocen que el castillo perteneció a la taifa de Albarracín por lo tanto inició su andadura como fortaleza árabe. Tras la batalla de Cutanda se sabe que pasó a manos cristianas convirtiéndose en un bastión importante por su posición limítrofe entre los reinos de Castilla y Aragón sobre todo durante la guerra de los Dos Pedros (Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón) entre 1356 y 1369.
Durante el periodo de los Reyes Católicos pierde su uso defensivo y pasa a ser prisión de la Comunidad de aldeas de Daroca.
En el siglo XIX se vuelve a utilizar para el destacamento militar en las guerras carlistas por lo que se consolida parte de la muralla y la modifican para utilizarla de nuevo como construcción defensiva.
Tras esos enfrentamientos pierde protagonismo y no lo recupera hasta 1987. Este año se cierran las minas a cielo abierto de Ojos Negros. De ellas dependía la economía de la zona ya que la población, o trabajaba en las minas o en el ferrocarril que unía la localidad con Sagunto a donde iba a parar el carbón. El 85% de la población se quedó en paro. Coincidiendo con esta grave crisis se cayó una torre del castillo por la acción de un rayo. El gobierno de Aragón se hizo eco de la situación y emprendió la restauración de la torre y parte del castillo utilizando mano de obra de los pueblos de la contornada, librando de momento de la sangría de la emigración, sobre todo de la población difícil de reubicar en otros trabajos.
Las obras duraron diez años y en la actualidad se hacen restauraciones de forma puntual como este 2019 con la mejora del acceso a la torre.
Tras las breves pinceladas de la historia de Peracense la guía pasa a describirnos la fortaleza. Ocupa unos 4000 m2 y está a 1365 metros de altura. Para su mejor defensa se dividió en tres recintos escalonados que aprovechan la irregularidad del terreno y que tienen diferentes funciones.
Primer recinto
Se accede por una puerta abierta en el lado norte. Al pasar nos encontramos con una gran explanada protegida por dos anchos muros jalonados por tres torreones. Aquí se refugiaba el pueblo con sus animales cuando había peligro de ataque. Actualmente, se exhibe una recreación de máquinas de asedio de la Edad Media como arietes para derribar muros, palancas que aumentaban el alcance de los proyectiles, catapultas, ruedas de fuego o ballestas.
En este espacio se han transformado las estancias para los nuevos usos. El edificio de servicios ocupa las antiguas caballerizas. La guía nos indica el extremo oeste del primer recinto para señalar la diferencia de bloques de construcción de la muralla. La base está realizada con bloques megalitos de la etapa ibérica. Y sobre estos cimientos se construyó el resto de pared.
Segundo recinto
Este espacio tenía una clara función militar. Estaba destinado a dar alojamiento a la tropa. Se calcula que había unos 50 soldados viviendo allí diariamente. Las escasas dependencias para almacén demuestran el tipo de dieta basada en pan, gachas, algo de embutido y carne. Otra necesidad importante que debía cubrirse era el agua. No hay ni pozos, ni ríos cercanos así que se obtenía de la lluvia y se almacenaba en cuatro aljibes, previstos para dar de beber a los soldados y a unos doce caballos.
Los desniveles del recinto no supusieron un impedimento para organizar las edificaciones necesarias. En un nivel inferior se pueden observar los restos de una pequeña ermita y cerca se encontraron varios enterramientos. Aquí también queda un torreón medio derruido, que funcionó como cárcel de la comunidad de Daroca.
La guía nos explica que los reyes de Aragón pagaban por mantener el castillo. Con este objetivo lo cedieron a la Comunidad de Aldeas de Daroca. El lugar no era el mejor para vivir, el frío de los largos inviernos y la falta de agua abundante lo convirtieron en una plaza incómoda. Para atraer a algún señor se ofrecía el triple de sueldo que a los de otros castillos y la posibilidad de ampliar los títulos nobiliarios o de obtenerlos. Estos privilegios atrajeron a burgueses que suspiraban por acceder al grupo social privilegiado y gozar de sus ventajas sociales y fiscales, o a los nobles segundones sin apenas patrimonio familiar. Se convertían así en alcaides. Se especula con la posibilidad de que los enterramientos anteriormente mencionados puedan ser de estos nuevos dueños.
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