La ermita del Pilar en Ariño nos remonta al origen del municipio. El casco antiguo de Ariño está situado estratégicamente, en una colina con dos cumbres y un buen campo de visión sobre los valles de los ríos Escuriza y Martín.
Se cree que en la cima oeste hubo un asentamiento fortificado, un castillo del que quedan algunos vestigios. En ese entorno se hallan los restos de esta ermita del siglo XII, que al parecer fue la primitiva parroquia de Ariño, con un cementerio colindante.
Según ha estudiado Agustín Ubieto, los templos dedicados a la Virgen del Pilar sugieren el paso de peregrinos por una población. Ariño se localizaba en el llamado camino secundario de Daroca a Calanda, que discurría entre el camino Calatravo y el de Jaime I, y en la comarca Andorra-Sierra de Arcos pasaba también por Alacón y Andorra. Este camino fue vigoroso en el siglo XVIII, época en la que esta ermita aún contaba con un buen conjunto de ornamentos y se mantenía con decoro, cuidada por Bárbara Peguero. Sin embargo, tanto la techumbre como la sacristía estaban dañadas, y el deterioro del edificio ya no se detendría.
En los años 1920, cuando Juan Cabré fotografió la portada en su labor de inventariar el patrimonio religioso de la provincia, no quedaba tejado y casi todo el edificio estaba perdido. Cabré captó también la imagen de un San Jorge, de 1,10 m de altura en madera policromada, que se encontraba en su interior.
A principios de los años 1980, la empresa SAMCA contribuyó a recuperar los alrededores de esta ermita, que, como decimos, es un estupendo mirador. Además de pavimentar y ajardinar el espacio, se consolidó el arco de entrada y parte de la fachada lateral. Aunque la intervención no es idónea desde el punto de vista de la restauración artística, ha preservado la portada de medio punto, de marcado estilo románico, con grandes dovelas y molduras talladas con puntas de diamante.
Bibliografía