Centro de Estudios Locales de Andorra
Ermita de San Pascual Baylón, Ejulve
En ocasiones, la iniciativa de construir una ermita partía de un particular. Este fue el caso de la de San Pascual Baylón, financiada por el vicario natural de Ejulve Antonio Campos Muñoz.
La ermita se encuentra en el centro del casco urbano y fue edificada entre finales del XVII y primeros años del XVIII. Además, el “maestro” Campos –como se le conocía - fundó en ella una capellanía bajo la invocación de “Jesús, María y José y de San Pascual Baylón” y la dotó de numerosas fincas rústicas y censos para remunerar al capellán y mantener el edificio. El capellán debía celebrar 104 misas al año en sufragio por el alma del fundador y confesar enfermos.
La dotación de capellanías era a veces una forma de conservar el patrimonio familiar, pues el derecho de sucesión quedaba a menudo limitado a descendientes del fallecido, como de hecho ocurrió aquí. La riqueza asociada a esta fundación (su renta casi igualaba a la de todo el capítulo eclesiástico) dio pie a pleitos e intrigas en los siglos posteriores (cuyos entresijos han sido estudiados por el historiador J. M. Calvo).
Normalmente, la arquitectura de las ermitas es modesta, vinculada a las tradiciones constructivas de cada zona, reflejando el llamado “arte sin edad”. La de San Pascual, en cambio, responde en pequeña escala al prototipo arquitectónico del Barroco. De acuerdo a ese modelo, tiene una nave central cubierta con bóveda de medio cañón con lunetos. La bóveda apoya sobre arcos fajones que dividen la planta en cuatro tramos, y sobre arcos formeros que aprovechan los huecos entre contrafuertes para capillas. El primer tramo es el más pequeño y corresponde al altar; en su lateral derecho está la sacristía. El segundo, el de mayor longitud, se cubre con una cúpula sobre pechinas rematada por una linterna. En el cuarto hay un coro, con barandilla de madera, desde el que se accede a dos miradores, situados sobre las capillas laterales del tercer tramo. La cúpula, arcos, pilastras y capiteles están decorados con pinturas y estucos, relieves de yeso que representan a los evangelistas (en las pechinas), motivos de heráldica local y símbolos marianos y bíblicos.
La fábrica exterior es de mampostería, con esquinas de cantería. El edificio está exento en tres de sus lados, circundado por un zócalo y rematado por una cornisa de ladrillo. La sobriedad se rompe con la puerta de entrada, un cuadrado de casi dos metros de lado, rematado por un arco de medio punto que apoya sobre las jambas mediante un sencillo capitel. El hueco está flanqueado por dos columnas corintias de fustes canalados adosadas a la pared, cuyos capiteles soportan un entablamento corrido, rematado por un frontón curvo, que tiene en el centro una hornacina rectangular decorada lateralmente con hojas de acanto talladas en relieve y tres bolas apoyadas en pináculos rectangulares. En el pináculo más elevado hay una custodia tallada en la piedra. En el umbral, grabada en una piedra, se lee la fecha 18 de junio de 1688, que en general se interpreta como el momento de inicio de la construcción.
La ermita tuvo dos altares, uno dedicado a san Pascual y otro al Buen Pastor, san José y la Virgen del Carmen. En la sacristía había cajones para los ornamentos y jocalías (cáliz de plata dorada, casullas, albas con amitos, cíngulos de seda, corporales, campana de metal…). En el museo de Teruel se conserva una custodia que, al parecer, formó parte del ajuar.
En parte por los motivos aludidos al principio, San Pascual sufrió cierto desamparo. En la segunda mitad del siglo XX, las fincas se vendieron y poco después se sanearon los cimientos, dañados por la humedad, y las cubiertas. Los arquitectos autores del proyecto de reforma –financiada con ayudas públicas en los 90- afirmaron que este es un bello ejemplo de barroco bajoaragonés que, salvando las diferencias dimensionales, guarda parentesco con las iglesias de Santiago de Zaragoza y de Escolapios de Alcañiz. Lamentablemente, los estucos y decoraciones requieren una urgente restauración, y en este momento el templo carece de pavimento y el interior, en general, está en malas condiciones.
Eso no impide que sus devotos continúen rezando la novena previa al 17 de mayo, día de San Pascual. Este santo aragonés (Torremocha, Zaragoza, 1540), canonizado en 1690 y protector de la Eucaristía, también es patrón de Ejulve. El día de su fiesta se bendecían los campos y se celebraban misa y festejos en su honor. Al día siguiente se acudía en romería al monasterio del Olivar y se cantaban “los ramos”. Por otro lado, durante los años posteriores a la guerra civil, mientras se arreglaban los destrozos que había sufrido la iglesia, esta ermita cumplió la función de parroquia y muchos ejulvinos fueron bautizados o contrajeron matrimonio en ella, lo que aumentó, si cabe, la devoción de los vecinos.
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