Centro de Estudios Locales de Andorra
Albardero (también conocido como bastero) es el oficio de quien hacía o vendía albardas (bastes), piezas principales de los aparejos de las caballerías de carga, que se componen de dos almohadas rellenas, generalmente de paja, y unidas por la parte que cae sobre el lomo del animal.
La progresiva mecanización del campo fue desterrando el uso de las caballerías, lo que supuso la práctica desaparición del oficio de albardero en los ámbitos rurales.
Lorenzo Galve Aznar, de Andorra, Teruel, conocido por su oficio con el sobrenombre del Albardero, explicaba en una entrevista (a la que se puede acceder desde la bibliografía abajo citada) publicada en 2002 en el BCI (Boletín de Cultura e Información) los siguientes datos de su oficio:
Ramas de latonero, que iba a cortar él mismo a Urrea: “Tenía que bajar, porque en Andorra no hay, y cortarlos por la mitad de la muñeca”. Los compraba por docenas, de cada palo de latonero le salían unos dos arquillos. Los arquillos medían entre 1,20 y 1,30 de largo. Había que preparar las ramas de latonero: “Los palos llevaban su trámite, había que cortarlos, subirlos aquí y después irnos con la familia al monte, al mas y calentarlos en una hoguera para poder doblarlos. Se cogían los palos por el medio y les ponías el pie en el centro y con una zueca les sacabas la punta. Había que dejarlos secar hasta el otro año y ya bien secos trabajar, con el palo verde no se podían hacer”.
Lana. Se utilizaba la peor que había: “deshacíamos las colleras o fieltros viejos, sacabas la lana que estaba preta, preta, la esparpellabas (esparcías) y luego la vareabas; siempre faltaba y tenías que pedir a la dueña, pero no le gustaba porque tenía que deshacer alguna almohada”.
Pieles, que eran de caballerías: “Me avisaban que había una caballería muerta y al amanecer, antes de que llegasen los buitres, porque si no ya no valía, ya estaba yo allí para espelletarla (despellejarla). Las pieles había que secarlas en una tranca y tenerlas a remojo dos días con sus noches para poder coserlas. Yo las remojaba en los Hortales”. Las pieles se sacaban con un cuchillo y una piedra de pico llamada lasca. “En 20 minutos lo hacíamos, poníamos al macho patas arriba y por los lados a darle: primero las patas, luego el cuerpo y por fin la cabeza. Teníamos que sacar la piel entera y así podíamos hacer dos albardas”.
Paja de centeno, la más elástica y fuerte, que recogían en las eras. El grano, como nos cuenta, “lo dejábamos para el dueño”. Y finalmente, un par de metros de lienzo.
En cuanto a los instrumentos que utilizaba eran pocos y sencillos: “Tres o cuatro agujas más o menos gordas y otras más delgadicas y para meter la paja, una barra de hierro larga con un redondico en la punta”.
Primero había que construir el esqueleto de la albarda, que se componía de una tela de arpillera, distribuida en dos costillas rellenas con la paja de centeno. Seguidamente se adoptaba la forma del costillar con los dos arquillos del latonero en cada extremo: el de delante en pico, y el de detrás redondo. A continuación, y adoptada esta forma, se superponía una tela de lienzo rellena de lana (cada albarda estaba rellena de seis kilos de este material).
Finalmente, todo se cubría con una piel de caballería, cosida, que cubría el esqueleto.
EL CELAN (Centro de Estudios Locales de Andorra) tiene como objetivo la investigación y estudio de los diferentes aspectos de la realidad cultural de Andorra y su ámbito comarcal, así como la defensa del Patrimonio Artístico e Histórico.
La actual organización del CELAN fue aprobada en la Asamblea General de Socios de febrero de 2001. Los órganos directivos -como las de cualquier organización- son la Asamblea General de Socios y la Junta Directiva.
El Centro de Estudios Locales de Andorra (CELAN) comenzó su andadura en la primavera de 1999. Sus miembros fundadores proceden básicamente del Departamento de Geografía, Historia y Ciencias Sociales del I.E.S “Pablo Serrano” de Andorra y de la Universidad Popular de Andorra.