La ermita de Santa Bárbara en Ariño sobresale en la cumbre más elevada de la población.
El edificio es de ladrillo, con una nave cubierta con bóveda de medio cañón con lunetos y cabecera poligonal. El templo está dividido en dos tramos, separados por pilastras adosadas al muro, en el que prevalece una ancha cornisa.
Los historiadores del arte estiman que proviene del siglo XVIII y que en el XIX conoció importantes añadidos o reformas.
En el siglo XVIII ostentaba buenos manteles, candeleros de madera (bien torneados y jaspeados), un atril, una cruz, una campanita, un arca nueva, una lámpara de metal, una alfombra de paño azul y un campanillo sobre el tejado. Se sostenía con las limosnas de los fieles y no contaba con ermitaño ni tenía sacristía, pero se celebraban misas y estaba atendida por Serafina Bespín.
La ermita de Santa Bárbara fue saqueada en 1936, en los primeros días de la guerra civil, y quedó en ruinas. 
En los años 40, SAMCA realizó un primer arreglo del edificio, donó objetos de culto y una nueva imagen. La actual ermita, pintada en suaves colores que subrayan sus rasgos arquitectónicos y ornamentales, es fruto de una restauración posterior llevada a cabo por la misma empresa.
En el exterior, destaca la cornisa de ladrillo que rodea los muros, el atrio cubierto con un arco rebajado y una esbelta espadaña.
Santa Bárbara, popular desde la Edad Media como mediadora para obtener una buena muerte, era, sobre todo, protectora contra rayos y tormentas y es todavía patrona de los artilleros y de los mineros. En Ariño, estos últimos revitalizaron el culto a principios del siglo XX, cuando la minería del carbón cobró un importante auge.
Bibliografía