Ermita de San Cristóbal de Licia, Crivillén
La ermita de San Cristóbal estaba ya medio derruida en el siglo XVIII, con solo una pintura en el altar. Ahora apenas quedan restos de sus muros, pero no es difícil imaginar allí el modelo de ermita medieval más difundido en la Corona de Aragón, de planta rectangular, portada con arquivolta de medio punto y arcos apuntados soportando una techumbre de madera.
Se encuentra en la cima del cabezo del Santo, al oeste del pueblo; hay que salir por detrás de las escuelas, rebasar el río y el molino de aceite, y subir una cuesta (la “Pieza del Monche”) hasta un cruce donde aparece una senda llena de piedras y maleza que termina en la cima. Probablemente es la más antigua del pueblo, construida quizá en los siglos XIV o XV.
El culto a san Cristóbal se hizo popular en Occidente en la Edad Media. Amparador de los peregrinos, la leyenda lo describe como un joven gigante y la representación más común es la de un santo barbudo, que lleva sobre las espaldas a Jesús niño, y se ayuda de un bastón florecido de ramas para atravesar un río. En muchos lugares se pintó su efigie en edificios bien visibles a lo largo de los caminos en puntos elevados, a fin de que los caminantes invocasen su protección al divisarlo desde lejos. Según la creencia popular bastaba con mirar su imagen para estar todo el día a salvo del peligro de muerte súbita. En el siglo XVI su popularidad sufrió una notable decadencia y solo se recobró en el XX como protector de los automovilistas. La festividad se celebra el 10 de julio.
Las ermitas de San Cristóbal desempeñaban una función importantísima. Por su ubicación en esos montículos visibles desde la distancia, servían de puntos de referencia, de hitos orientativos, que los guías tenían dibujados en sus itinerarios. Crivillén se localizaba próximo al llamado Camino del Maestrazgo, en cuyo recorrido emergen ermitas y cerros-guía de San Cristóbal en muchos pueblos. Era una ruta histórica, comercial y de comunicación, en buena parte antigua calzada romana, recorrida por monarcas y viajeros desde la Edad Media, que perduró como camino de peregrinación hasta el siglo XVIII.
En Alloza y en La Mata de los Olmos –municipios limítrofes a Crivillén- también existieron ermitas de San Cristóbal colocadas en cerros; la ermita de San Cristóbal de Alloza está igualmente en ruinas, pero la de La Mata de los Olmos está cuidada y es bien visible desde la de Crivillén.
Bibliografía