Obón: Un pueblo que quiere seguir vivo.
Pertenece a la comarca de las Cuencas Mineras. Los 1257 habitantes de 1900 se han quedado en cien, pero en verano y algunos fines de semana se llega a 3.000, ya que hay 382 casas de segunda residencia.
La emigración se dirigió a Zaragoza y Barcelona fundamentalmente, aunque también Madrid y Valencia.
Nos enseña el pueblo María Antonia Morales Camín, actualmente teniente de alcalde del Ayuntamiento, que lleva 30 años en política (fue concejal del ayuntamiento de Zaragoza cuando la expo de 2008). Nos enseña el ayuntamiento, que todavía conserva la lonja con dos arcos de medio punto -el trinquete-, el pueblo, el barranco de Santa María y el mirador del Calvario. Destaca las cinco torres de vigilancia que tenía el pueblo. Joaquín, otro vecino de Obón, nos enseña la iglesia, que cuida junto con su madre.
Disponen de albergue, bar y tienda. Tienen una asociación de mujeres “La Redolada” y una asociación cultural que edita la revista “La zofra”.
La altitud es de 685 metros, aunque varía si estás arriba del todo o abajo… es una broma pero es cierto que el pueblo, en cuesta, es de lo más diverso. Y es que Obón se asienta en una solana con el río Cabra o río de la Torre como se dice allí, a sus pies, para verter sus aguas al río Martín. El pueblo está escalonado, con calles pendientes y un gran muro de piedra que consolida las terrazas donde las casas se elevan a lo alto y hay algunas casas solariegas impresionantes.
Un poco de historia
La primera mención de Obón es en 1177 como Ovonciello en un texto que hace referencia a la Comunidad de Teruel y su repoblación. En 1179, como Ovon, cuando Alfonso II da la villa de Alcañiz a la Orden de Calatrava, con límite en el río Martín quedando Ovon fuera del territorio calatravo. En 1247 la Villa de Obón y su castillo son donados por Jaime I de Aragón a Peregrín de Atrosillo. Posteriormente la villa perteneció a Rodrigo Jiménez de Luna, Teresa Sánchez de Huerta y Fernando López de Luna, en 1401. Finalmente, Don Juan López de Luna, hijo mayor de Fernando López de Luna, la vendió a Berenguer de Bardaxí hacia 1420 perteneciendo desde entonces a la familia Bardaxí.
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