Ha fallecido Fernando Aínsa Amigues, socio y colaborador del CELAN
Ha fallecido Fernando Aínsa Amigues, socio y colaborador del CELAN, miembro del Consejo Asesor de la Revista de Andorra.
Vinculado con Oliete, donde vivía largas temporadas desde 1999, entusiasta por todas las propuestas culturales que le presentábamos, dedicado al análisis de la literatura y el pensamiento latinoamericanos y a la creación propiamente dicha, tuvimos el placer de celebrar con él la entrega del Premio Imán 2013, por el conjunto de su obra como escritor y crítico, en el marco de la Gala de las Letras Aragonesas, en Zaragoza y en 2018 la investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Poitiers. No menos importante para él fue crear en 2014 el Certamen Cultural de la villa de Oliete, encargándose él del certamen literario año tras año, y haciendo la reseña para nuestro Boletín de Cultura e Información.
Recordamos con cariño su presencia en marzo de 2010, presentando en Andorra su libro Los que han vuelto, en conversación con Antón Castro, quien introdujo así a Fernando: Poeta, narrador, estudioso de la literatura latinoamericana, une logos -palabra exuberante- y topos -universo de los lugares-. (…) Se mueve en todos los géneros, microrrelato, novelista…, rezuma sensibilidad y buen gusto. En la Feria del Libro de Andorra en 2014, para presentar su libro Los guardianes de la memoria, fue Eloy Fernández Clemente quien fue enlazando preguntas y respuestas, opiniones y sentimientos.
Su vinculación con el CELAN se hizo patente en la presentación de la Revista de Andorra número 9. Fernando compartió una reflexión inicial, hecha con modestia y sinceridad, sobre la Revista, sobre los Centros de Estudios y en concreto del CELAN, destacando la importancia de la coordinación y la continuidad generacional. Auguró al CELAN un buen futuro por su enfoque contra el inmovilismo abriendo la comarca al mundo y reiteró su intención de poder seguir acompañándolo. Él participaba en este número, dentro de la sección Estudios con El Uruguay de Pablo Serrano, acerca del cambio de la visión del escultor de Crivillén sobre el arte y su integración en el arte contemporáneo. Para Fernando, Pablo Serrano era un ciudadano del mundo, no se atrevió a decir, pero todos lo pensábamos, que él era otro.
En la Revista de Andorra número 11, en la sección Memorias y ensayos, escribió Tiempos vividos y memorias pendientes de Oliete. Así iniciaba un trabajo que constituye una memoria sentida: “En principio debería ser fácil escribir sobre un pueblo que se conoce bien. Sin embargo, al abordar el tema solicitado con persuasiva insistencia por los amigos de la Revista de Andorra, me he topado con una dificultad: Oliete es parte de mi vida y, por lo tanto, esta no puede ser la crónica objetiva de un viajero que descubre un pueblo de su comarca –como se me había propuesto–, sino la de un arraigado tardío. Hasta fines de 1999 mi vida había sido algo errante: Palma de Mallorca, donde nací y siempre fui un “forastero”, Uruguay que me dio la ilusión de una patria, París y un trabajo internacional que me llevó por el mundo durante veintiséis años habían jalonado un forzoso nomadismo. De golpe en 1976 descubrí que Oliete –aunque lo había visitado fugazmente en 1973 y formaba parte del imaginario mítico de mi infancia– era el puerto de un destino común. No había que seguir buscando. Así –Mónica y yo– fuimos echando raíces, plantando literalmente árboles, a lo largo de los años en que nuestras vacaciones tenían este solo destino. Y aquí estamos”.
No hay mejor forma de explicar la vinculación de Fernando con Oliete, esa y la poesía con la que nos deleitó en la celebración del Día del Árbol, en Ejulve de 2013.
Con sus palabras, nos despedimos. ¡Te echaremos de menos, Fernando!. ¡Descansa en paz!
Quiero para mi tierra un bosque a perder de vista
I
Para esta tierra no quiero árboles solitarios
como el del poema de mi infancia
El pino que “el corazón venera”
y retuerce sus raíces “en duro peñascal”
azotado por los vientos sobre el acantilado
A su escasa sombra
veía con mis padres
ese último rayo de sol
que cumple deseos
si un resplandor verde azulado te ciega,
por un instante.
Quiero para mi tierra un bosque a perder de vista
un camino serpenteando por la fronda
pinos que se arropen en silencio
y conquisten las secas laderas
verdeando todo el año.
Había un pinar así no lejos de mi casa
Lo recorrí muchas veces
El murmullo del aire
silbando entre las agujas
el himno de la alegría
a esa tierra conquistada con empeño
regada tan solo de tanto en tanto.
Sabía de su existencia forjada en años
de lenta ascensión de su ramaje
del esfuerzo por hincar raíces entre piedras
y extraer el avaro zumo que lo alimenta.
Respetaba el tiempo que lo ennoblece
hasta peinar su copa con el “hasta aquí he llegado”
con que la naturaleza corona su especie.
II
Aquel día aciago de julio del 2009
vi quemar en minutos el esfuerzo de años
por derrotar la sequía y empujar tenaz el crecimiento.
¿Sabes lo que es la impotencia?
Ver las llamas saltar de árbol en árbol
ágiles ardillas portando el infierno
en chisporroteo que serpientes ondulantes
repiten en el suelo
sin que nada las detenga.
Un contador loco, girando batido por el viento cómplice,
suma hectáreas para la estadística de masa forestal calcinada
con que el alcalde resume “lo sucedido ha sido una desgracia”.
Olivos vecinos con la edad de sus dueños
parecen pedir respeto por sus setenta años
antes de crepitar el futuro aceite de sus entrañas.
Diagnóstico fatal
incendio provocado
Gesto criminal o irresponsable
Da lo mismo
El pinar ya no existe, lenta humareda lo sobrevuela.
III
Han pasado tres años y vuelvo al triste escenario de mi pasado,
siempre gris su paisaje calcinado
Adormecidos sus troncos,
socarrada la tierra grita el clamor del crimen no resuelto.
Deambulo desorientado.
Quisiera como en el poema
del andarín Machado poder decir ante el tronco “en su mitad podrido
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido”.
Tenaz las busco con la fuerza del deseo,
tan solo apoyado en la poesía.
Alloza, julio 2009—Ejulve, abril 2013
Texto: Pilar Sarto. Fotos: Archivo CELAN y Asociación Aragonesa de Escritores
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