Conferencia de Ramiro Trullén Floría
El miércoles 15 de febrero tuvo lugar en la Casa de Cultura de Andorra el tercer acto de las Jornadas de “La Revolución Rusa en su centenario”, que consistió en una conferencia titulada “El impacto de la Revolución Rusa en la izquierda y la derecha europea”, a cargo del Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Zaragoza, Ramiro Trullén Floría. Para el ponente resulta inconcebible la creación y desarrollo de los estados del bienestar de la segunda mitad del siglo XX sin la Unión Soviética, ya sea por influencia o por miedo. El que fuera el estado que más sufrió y vencedor en la Segunda Guerra Mundial, dejó de existir en 1991 sin haber conocido más de diez años de paz debido al continuo hostigamiento de occidente y, quizás, ahora en occidente estemos recogiendo los frutos de su desaparición en forma de recortes en derechos laborales y sociales.
Tras una breve presentación llevada a cabo por Javier Alquézar Penón, el cual explicó su largo currículum académico, sus diversas publicaciones…, el ponente comenzó una exposición divulgativa, con un discurso muy ordenado, haciendo visible su gran capacidad de síntesis y oratoria, logrando captar la atención del público asistente desde el primer momento, hasta el final de la charla.
En primer lugar, Ramiro Trullén se centró en analizar los antecedentes y el contexto internacional de la Revolución Rusa. Para ello, recurrió a la expresión del historiador británico, Eric Hobsbawm, “Era del Imperio”, que se refiere al período que abarca desde la crisis finisecular del siglo XIX, hacia 1875, hasta la Primera Guerra Mundial, 1914. Un período caracterizado por la expansión imperialista colonial de las principales potencias europeas, la fe en la “idea de progreso” lineal e infinito, el liberalismo político, el disfrute de la vida por parte de la burguesía Belle époque… Este contexto lo relacionó en la izquierda europea con el auge de la socialdemocracia marxista y la Segunda Internacional, con el SPD alemán como principal exponente, señalando dos problemas de la estrategia pasiva a la hora de tomar el poder. El primero, confiar en la idea de progreso hasta que llegara una crisis que sería aprovechada por el proletariado para llegar al poder sin resistencia. El segundo, la formación progresiva de aristocracias obreras con abundantes relaciones con las capas burguesas de la sociedad y cuyos intereses acabarían siendo similares a los de esta clase.
En segundo lugar, siguiendo las tesis de historiadores como Eric Hobsbawm, Enzo Traverso y Julián Casanova, destacó la importancia del año 1914, con el estallido de la Gran Guerra, que derrumbó todo lo anterior, ya que enfrentó a los Estados, pero también a los partidos socialistas de los distintos países, entre ellos e internamente. Para explicar esto, Ramiro Trullén, se apoyó en las figuras del pacifista y socialista francés Jean Jaurès, que fue asesinado en verano de 1914, la expulsión de dos diputados del SPD alemán, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, por votar en contra de los presupuestos de guerra en el Reichstag y, finalmente, aunque el Partido Socialista italiano sí que continuó siendo antibelicista, la figura de Benito Mussolini, líder socialista que tras su experiencia en la Gran Guerra terminaría fundando el fascismo.
Así pues, en medio del desprestigio de la socialdemocracia llegaría el triunfo de la Revolución Rusa en 1917. Una revolución proletaria, la más profunda hasta ese momento, en el que había sido hasta entonces el Estado más conservador de Europa. Todo esto generó en la sociedad europea diversas reacciones que el ponente supo sintetizar en, por un lado, ilusión desbordante y fascinación en la izquierda obrera pero, a su vez, una profundización de la división en el seno del Movimiento Obrero con la creación de la Tercera Internacional Komintern que ponía en práctica las tesis de Lenin de anticiparse y acercar el proceso histórico aprovechando las grietas del sistema liberal burgués. Por otro lado, la derecha recibió con gran miedo el triunfo de una revolución de tales características. Ese terror se agudizó debido a la crisis de 1929 frente al desarrollo soviético, provocando un cambio de tendencia y discurso en los líderes conservadores, así como una radicalización ultranacionalista de las clases medias conservadoras que se reflejó, primero, en el corporativismo y el surgimiento de dictaduras autoritarias como Miklós Horthy en Hungría o Miguel Primo de Rivera en España, y en el fascismo, después.
Para Ramiro Trullén es en esos momentos de 1920 cuando se debate entre la internacionalización de la revolución, con una situación mundial favorable, y los intereses nacionales de supervivencia de los bolcheviques, ante la frágil situación interna de guerra civil que, para él, explica las dificultades de organización, la creación de partidos antidemocráticos, muy jerarquizados y casi militarizados que alejaría a muchos trabajadores de Europa Occidental que permanecieron en la socialdemocracia, haciendo que los partidos comunistas fueran todavía minoritarios. Así pues, en función del contexto internacional entre 1920 y 1945 habría diversos acercamientos y alejamientos del comunismo con la socialdemocracia, pasando de traidores a aliados contra el fascismo.
En conclusión, 1914 significó la quiebra de la idea de progreso y de la socialdemocracia trayendo consigo ilusión y esperanza a unos, así como miedo y terror a otros. Asimismo, para el ponente resulta inconcebible la creación y desarrollo de los estados del bienestar de la segunda mitad del siglo XX sin la Unión Soviética, ya sea por influencia o por miedo. El que fuera el estado que más sufrió y vencedor en la Segunda Guerra Mundial, dejó de existir en 1991 sin haber conocido más de diez años de paz debido al continuo hostigamiento de occidente y, quizás, ahora en occidente estemos recogiendo los frutos de su desaparición en forma de recortes en derechos laborales y sociales.
Texto: Ángel Vera Sánchez. Fotos: Rosa Pérez Romero.
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