Bar restaurante El Coyote
La parada y fonda de este viaje la realizamos en el bar restaurante El Coyote. Se imponen un vermut para hacer gana. Mientras, indagamos sobre el nombre del bar, el dueño nos cuenta que su bisabuelo era tratante de burros y su abuelo tenía el estanco y una tienda de ultramarinos, modelo de negocio que ya reconocemos de otras localidades con poca población como Albalate del Arzobispo. En este local se intercambiaban las novelas de El Coyote y así de fácil fue encontrar un nombre al bar restaurante. Inició su andadura como casa de comidas hasta que su actual regente Miguel ángel Esteban junto con su hermana, la cocinera, decidieron darle un aire nuevo a la cocina.
Entramos en la zona del comedor y con un menú pactado de antemano empezamos el picoteo. Por la mesa van discurriendo tapitas tan innovadoras como: rollito de espárrago con queso, nuez, jamón, mahonesa y reducción de coca-cola; queso fresco a la plancha con paté de oliva negra; tostada de carpaccio crudo de calabacín, remolacha, queso grana padano y pipas; foie de oca a la plancha con manzana caramelizada y pan negro con tinta de calamar con hamburguesa de merluza y gambas. Los segundos para elegir son: bacalao de Islandia con tomate o secreto con patatas asadas. El postre también sorprende por novedoso, son minicreps rellenos de chocolate con granos de maíz y mermelada de fresa
Todos los comensales coinciden en la gran calidad del bacalao, sabroso y de muy buena factura.
Sorprende que en una localidad alejada de las rutas turísticas al uso hayan arriesgado por una cocina vanguardista. Han conseguido el objetivo de darle un giro a un menú tradicional. Esperemos que tengan un largo recorrido dentro del mundo de la restauración.
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