Villar de los Navarros
Sin salir de la comarca del Campo de Daroca nos adentramos en Villar de los Navarros. Bordeando la Sierra de Herreros, vemos a lo lejos la carretera sinuosa y estrecha que accede a la ermita de Nuestra Señora de Herrera.
Después de cinco kilómetros llegamos al destino. Allí nos espera la iglesia de San Pedro apóstol declarada Bien de Interés Cultural, dentro del Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO por pertenecer al conjunto de iglesias mudéjares de la zona.
Es una edificación de grandes dimensiones si tenemos en cuenta las de la localidad.
Fue construida en el siglo XV y ampliada en el siglo XVI y XVIII. El interior es muy sencillo presentando tres naves con cabecera poligonal y coro alto a los pies del templo. Uno de los bienes más interesantes luce en la nave de la epístola. Es un Cristo Crucificado del siglo XV que responde a las características de la escultura gótica. El cuerpo aparece colgado de la cruz con tres clavos, uno para cada mano y otro para los pies, de esta manera rompe la frontalidad del periodo románico. Muestra una marcada anatomía sobre todo en el torso y las piernas. Cubre su cadera hasta las rodillas con un faldellín con pliegues que caen dando cierto movimiento a la imagen. Su rostro refleja un sentimiento de dolor más humano buscando la cercanía del pueblo que lo observa. Esta interesante talla policromada fue restaurada hace unos años por eso se conserva en un estado óptimo.
En el exterior está la torre adosada a los pies. Su planta es cuadrada pero su estructura es peculiar ya que está dividida en cuatro estancias superpuestas. Para acceder a ellas se añadió una torrecilla secundaria de planta pentagonal que se interrumpe al llegar al cuerpo de campanas. La decoración del conjunto es muy rica, variada y diferente en cada uno de los volúmenes. Estrellas de ocho puntas, zig-zags, arcos mixtilíneos entrecruzados, rombos o bandas de esquinillas se sobreponen, dando lugar a uno de los conjuntos más sorprendentes del mudéjar de la zona.
Antes de marchar se impone la visita al único bar del pueblo que se encuentra enfrente de la iglesia. Un joven bien dispuesto nos explica anécdotas del pueblo y sobre todo nos hace reparar en que los bares son el centro de la vida local, sobre todo en localidades de pequeñas dimensiones.
Desde aquí iniciamos la vuelta a casa, volvemos a pasar por lugares conocidos por el “A tiro de piedra” como Azuara o Letux. Cambia el paisaje de la gama de los verdes y rojizos a los blancos del yeso y la sal propios del interior del valle del Ebro. Como siempre ha merecido la pena el viaje y el paisanaje.
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